miércoles, 28 de febrero de 2018

LEER PARA CRECER

Hace un mes, a través del Facebook, Jaime Vásquez lanzó a manera de ensayo, como quien no quiere la cosa, casi como jugando, la idea de un intercambio de libros, un préstamo solidario de excelentes obras. Ha decidido de esa manera desempolvar alguna joyitas de su biblioteca personal y ofrecer, para comenzar, “El pez en el agua” de Mario Vargas Llosa, por si fuera poco.
Desde entonces ya van como media docena de obras que ya están siendo leídas, o están por comenzar, por igual número de contactos del FB. Estos a su vez están comprometidos a devolverlos para que estas piezas literarias vayan a otras manos y así sucesivamente. Se desató una cadena muy buena y entusiasta de lectores. Y la idea es que se vuelva una especie de viral. Que otras personas de igual manera pongan otros títulos a consideración de otros lectores, y así, esto vaya creciendo como un río caudaloso que va arrasando la ignorancia en diferentes aspectos. Porque leer nos hace crecer como personas.
Pero yo resalto, además, que con esta cadena de libros, se rescata el valor de la palabra empeñada. Recibo un libro y me comprometo a devolverlo al final de la lectura. No hay documento firmado o garantía alguna, solo cuenta y vale la palabra. Eso ya es tremendo aporte. Honrar la palabra.
Para nuestro viaje, fuimos uno de los beneficiados con este gesto por la cultura y las letras. Nos acaban de entregar “El príncipe de los caimanes” de Santiago Roncagliolo, y vamos a disfrutarlo de principio a fin. Es más, ya hay personas en lista de espera por lo que comenzar y terminar en tiempo prudente es el compromiso de respeto a otro lector.
El fin de semana varias personas se han ido uniendo al grupo de manera espontánea, a través de un simple comentario o like, terminaron atrapados en esta curiosa y singular propuesta. Incluso, muchos, no comulgan en muchas cosas con las demás personas, pero eso es otro punto a resaltar, los libros unen, la literatura, la buena lectura congrega. Nos da argumentos para el debate alturado y decente.
Esta es una clara demostración que las redes sociales pueden ser usadas para cosas positivas y propositivas, que busquen que podamos ser mejores cada día. Porque en estos espacios virtuales se ven y se leen cada cosa, que uno incluso termina siendo arrastrado por este remolino inmundo. En esta coyuntura de campaña preelectoral eso se siente con mayor fuerza, y la verdad es decepcionante como se destila tanto odio a falta de recursos y argumentos. Por eso, considero, que esta propuesta que nació con Jaime, pero que ya está interiorizado en un importante grupo de personas, cae como anillo al dedo en estos tiempos.
Por eso, hacemos voto de que esto crezca más y más, que incluso podamos involucrar a nuestros hijos, con lecturas a su gusto y necesidad, que esto sea contagioso, se vuelva una epidemia, porque somos una región que necesita de este tipo de iniciativas e incentivos para que la lectura nos robe más tiempo que el mismo Facebook, el Twitter u otra de las tantas tentaciones que nos atrapan en el internet a diario. Por lo tanto, señoras y señores, está prohibido vacunarse contra esto.
@RMezaS

jueves, 22 de febrero de 2018

DESPUÉS DE UN LUNES DE PICHANGA

Acababa de pasar un percance en casa previo al almuerzo, habíamos ido a comprar unos pescaditos ahumados con Marinita, mi esposa. Mi brazo derecho medio que me está fallando. Y por eso me quebré y lloré sobre el hombro de mi hijo Juanky. En realidad estoy bajoneado desde hace varios días. Porque desde el sábado he dejado de trabajar por una decisión personal y familiar en medios de comunicación -escrito, radio y TV-.
Y ya almorzando, precisamente, Juan Carlos, me dice que falleció un periodista famoso del fútbol. Yo había decidido desconectarme de todo lo que es noticia, radio, prensa… de todo pues, lo que era mi mundo hasta hace tan solo un par de días. Por eso salté y prendí RPP. Me quedé en shock. Almorcé en lágrimas, no solo por la muerte del colega, sino porque se trataba de una persona joven cómo para que la parca le entre en coqueteos. Por la frustración de alguien que en tiempos en que ni el más fanático hincha soñaba con la clasificación, él lanzó su esperanza en palabras al decir que quería narrar un gol de Perú en un mundial. Por eso duele, porque estuvo así de cumplir ese sueño, pero el destino cual arbitro implacable le sonó el silbato sin dejarle, siquiera, un tiempo adicional para esa jugada final.
Y yo, que me estaba sintiendo decaído emocionalmente por esta para en mi labor periodística, me siento afectado como su admirador, como su hincha -porque aquí donde me leen, yo tuve el honor de narrar y comentar partidos de futbol profesional para LVS y la prestigiosa radio Ovación que fundara el gran Alfonso “Pocho” Rospigliosi-. Y Daniel, en esta osadía, era mi principal referente.
Hoy me acuerdo de ese pasaje de mi vida periodística, y por su puesto tras una rápida rebobinada de las narraciones de Peredo desde el inicio de la década del 90, desde entonces una mejor que otra, pero me quedo de todas ellas con tres de la selección: La del gol de Fano a Argentina, tras una trepada increíble por la banda izquierda de Vargas. La del triunfo ante Ecuador en Quito. Y la del empate de Guerrero frente a Colombia en el Nacional. Y la yapa -como diría él-, clasificatoria anterior, el gol de media vuelta casi al borde del área chica de Farfán ante Chile, en Lima.
Por eso hoy me saca abruptamente de mi descanso, de mi purga, de mi desintoxicación, para escribir algo.
El periodista, el mejor -de lejos- narrador deportivo peruano de estos tiempos solo puede cantar un gol de su selección en un mundial desde la suprema cabina celestial.
Hoy, aquél que nos hizo llorar de emoción tantas veces con su narración de los goles de Perú, nos arranca unas lágrimas ante su repentina muerte.
#GloriaaPeruenlasalturas #DanielPeredo

miércoles, 7 de febrero de 2018

No apta para menores

Una vez más los peruanos estamos enfrascados en un debate por la aplicabilidad de la pena de muerte o no en el país. Pese a que sabemos que la Constitución y la adscripción a tratados internacionales no lo permiten en el Perú. El detonante de esta polémica no es porque este en agenda del Legislativo o sea una propuesta del Ejecutivo. O de pronto es una iniciativa de la ciudadanía. Para nada. Ha tenido que registrarse, una vez más, un doloroso, terrible y repudiable acto, la muerte de una niña de 11 años a manos de un hombre enfermo y desquiciado, para que todos nos volvamos a mostrar muy “preocupados” al respecto.
Pero, cuántas muertes, agresiones y abusos contra niños, niñas y adolescentes se han registrado en nuestro país. Cuántas denuncias han pasado por comisarías, fiscalías y juzgados sobre abuso sexual infantil o violencia familiar. Cuántas de estas denuncias encontraron justicia para las víctimas o sus familiares. Y lo que es peor, cuántas denuncias ni siquiera han sido sentadas y consta en las actas o partes policiales. ¿Cuántas?
Las estadísticas al respecto nos agarran a cachetadas como sociedad. Las cifras son tremendamente negativas y escandalosas. Pero, si es así, ¿Por qué nos quedamos pasivos? ¿Por qué nos quedamos solo con nuestra indignación virtual, muy de redes sociales, y no lo llevamos a la acción? Debemos ante estos actos salvajes hacer que la indignación recorra nuestras venas, sentir que revienta en nuestras entrañas, que nos arranca nuestras carnes, que nos quema el alma. Porque no somos piedras insensibles sino seres humanos.
Por eso yo les pido a los chiquitines, a los peques, a los huambrillos y huambrillas, que tengan mucho cuidado, que se cuiden, que aprendan a hacerlo. Porque los adultos nos quedamos en la mera pose y discurso. Hasta con ustedes nos hacemos los ‘figuteris’ y convenidos. Las autoridades son campeones en ese sentido, dicen que están preocupados por la niñez pero toda acción al respecto tiene que tener algún tipo de beneficio político -y hasta económico- para ellas. Y de esto no se escapan los actuales candidatos y varias organizaciones, que dicen trabajar en pro de la infancia. Salvo, honrosas y escasísimas excepciones.
Esta sociedad, hay que admitirlo a manera de autocrítica, está marcada por una cultura adultista -permítanme el término-, que pone en segundo y hasta en tercer plano a los menores de edad. Seguimos teniendo acuñada, grabada a fuego sobre la piel, la imposición marcial e implacablemente vertical sobre la población infantil. Ellos, reconozcamos, siguen sin que sus voces sean escuchadas.
Vayan a los hogares -sobre todo a los disfuncionales, es decir donde falta la figura del padre mayoritariamente y, a veces, de la madre. Y, en otros casos, están ausentes ambos-, denle una mirada a las instituciones educativas, a los barrios. Miremos para adentro, antes de fijarnos en la casa del vecino, aunque en estos casos no está mal, debemos prestarle más atención a nuestra familia. Ahí, nos daremos cuenta que estamos fallando en muchas cosas con relación a nuestros menores hijos.
Para mañana se está convocando en Lima a una marcha contra el abuso sexual infantil. Ojalá, decimos, luego pasemos a acciones concretas. No podemos permitir que una niña o niño más sea víctima de un enfermo de estos que, ¡cuidado!, van rondando por todos lados, cerca de los lugares donde puedan captar al próximo inocente. Que nuestros ojos, la mirada atenta de todos, sean la mejor cámara de seguridad y vigilancia. Donde estén, por donde jueguen o caminen, las niñas y niños, hay que estar al pendiente y actitud de alerta. Hagamos una cadena de amor y protección para ellos, para que nuestros hijos no sientan que están en una sociedad no apta para menores.

MI CONGRESISTA, TU CONGRESISTA, NUESTRO CONGRESISTA

¿Qué espero de los candidatos al Congreso de la República? Pues no mucho. Algunas cosas simples y sencillas. Porque a estas alturas de ...