A pocas semanas de haberse celebrado el mercantilista
Día de la Madre, hemos asistido a una seguidilla de hechos donde precisamente
varias de ellas han estado en el ojo de la tormenta, han sido protagonistas de la
noticia del día en varios medios de comunicación. El descuido en algunos casos,
el abandono y hasta maltrato de sus hijos en otros, han merecido críticas y
condenas de todos los calibres. Desde “insensibles” hasta el clásico “desnaturalizada".
La verdad es que nada justifica que los
niños estén en situación de abandono físico y moral. Además hay leyes que
protegen a los infantes, precisamente, de cualquier acción que los ponga en
riesgo. Ahí todos de acuerdo.
Por lo tanto los responsables en primera línea
de protegerlos y cuidarlos son el padre y la madre. Los dos. No solo uno de
ellos. Los dos. Sin que eso signifique que estén juntos o tengan una vida en común.
La paternidad responsable es una y la relación de pareja otra. No confundamos
las cosas.
Por
lo tanto, no hay razón para dirigir la artillería pesada solo a una de las
partes, no solo se debe arremeter sin misericordia alguna contra ellas o sea la
mamá -en la mayoría de casos-, y nos olvidemos olímpicamente de cuestionar la irresponsabilidad
del padre. Del hombre aquel que solo ha sabido poner la materia prima en la concepción
y después se lavo las manos y voló a otros lares donde seguramente pondrá otra
vez su instinto de semental.
Dicho esto, no aceptamos ni entendemos la
forma como se cae en el facilismo de
darle con todo a la mujer, que más allá de su competencia y personal
responsabilidad, insisto, no tiene porqué cargar también con la culpa del mal
hombre. Del que no se dice generalmente nada. Al que no se le toca ni con el pétalo
de una rosa. Al que se le blinda siempre en los reportes y notas periodísticas,
impregnados de machismo puro.
Somos implacables con la madre a la que
calificamos de lo peor y nos esmeramos para aplastarla con los adjetivos
despectivos más fuertes y lapidarios.
¿Y el hombre? ¿El varón? ¿Esos angelitos? ¡Pobrecitos!
Nadie los toca. Nos encargamos de esconderlos bajo la alfombre de esos
complejos e imposiciones negativas que arrastramos en una sociedad que no se
zafa del yugo machista.
Pongamos en la balanza a ambos lados por igual,
si queremos hacer justicia a los niños, si ellos realmente son nuestra preocupación
y prioridad, juzguemos a los dos. Señalemos con firmeza con el dedo acusador a ambos
y dejemos descaradamente de ponerle el manto protector a los hombres, que, por
lo general, son los mayores responsables de las desgracias de sus hogares. Son
los principales agresores de sus hijos y consecuentemente de las madres.
Si la mujer es borracha y/o se prostituye,
es un monstruo. ¡Es una madre desnaturalizada! A la hoguera con ella, que no se
merece perdón de la sociedad, peor de Dios.
Pero que el padre tenga por deporte emborracharse o se vaya en plan de putería frecuentemente,
les parece lo mas “natural" del mundo.
Y manejar la información desde ese
vergonzoso ángulo o premisa es inadmisible. Los y las periodistas podemos ser
gestores de cambio en nuestra sociedad con tan solo comenzar a ser justos en
estos casos.