¿Y si hoy decidimos cambiar las cosas? Qué
tal si nos autoformatearnos y nos ponemos mente positiva. Qué dicen si hoy
hacemos un recojo de inservibles en nuestras vidas y nos quedamos limpios de
malas vibras. Yo creo que todo depende de uno mismo y de nadie más, por lo
tanto dejemos de estar esperando que las cosas cambien tan solo porque estamos sentados
en la tribuna VIP del conformismo.
Creo que por eso es común, es como un mal
generalizado, que seamos campeones olímpicos
exigiendo que las autoridades lo hagan todo y nos quedamos esperando en el
pódium de la mediocridad la medalla de
oro del asistencialismo. Esa es nuestra triste realidad, al menos para un gran
porcentaje de peruanos, y ni hablar, es el modus
vivendi de un shunto de loretanos.
Por eso muchos viven convencidos de que las
autoridades están para que nos cumplan nuestros caprichitos y si no lo hacen
pues protestamos y les encaramos que nosotros les pusimos ahí en el cargo. Y
eso es cierto. Como que también es cierto, que no sabemos elegir y elegimos al
que abre su boca más grande que la de un lagarto. Al que nos mete letra a su
antojo y nos convence con su populismo y su discurso demagógico.
Es decir, elegimos mediocres para que
terminen mintiéndonos, jugando con las esperanzas de todo el mundo. Porque ante
los regalitos y dadivas, y esas obritas que no le sirven ni a Dios ni al
diablo, simplemente nos quedamos mudos y le rendimos en silencio culto a la
avestruz. Es decir, escondemos la cabeza cuando ellos meten la mano y prenden
las uñas.
Y en este laberinto en el que nos hemos
acostumbrado a convivir, pues la corrupción es solo una palabra tantísimas veces
repetida, que hemos manoseado a nuestro libre albedrío. Y, consecuentemente, la
anticorrupción no es una lucha, tan solo es el medio de subsistencia de muchos
aprovechados disfrazados de paladines y de arlequines. Todos hacen lo que les viene
en gana, en todos los niveles. La comunidad ha sido pisoteada por el
individualismo. Nuestro lema es "primero yo, después yo... y luego
yo". Nos rige la cultura del egoísmo en su máxima expresión.
Cambiar el chip no es tarea fácil,
modificar y reprogramarnos está a varios años luz. Mientras no seamos capaces
de reconocer que los que estamos fallando somos nosotros mismos, seguiremos
arando en el fango y pescando en el desierto, porque la crisis no es solo es
social y económica, es mucho más grave. Está en nuestras mentes y corazones. Está
en nuestro yo, enraizado en cada uno de nosotros como personas.
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