Hoy desperté como todos los sábados, sin el apuro de tener noticiero, por lo tanto se duerme un poquito más. Y me encontré en las redes, principalmente en el Facebook, con un fuego cruzado de saludos, una hemorragia incontenible de felicitaciones, una tormenta de buenos deseos para y entre periodistas.
Y se puede leer de todo, hay para todos los gustos. Comentarios en buena onda, de buena vibra, pero, déjenme decirles, que a miles de Kilómetros se percibe el olor hipócrita de algunas menciones, varios tienen el perfume rancio de la mala leche. Te deseo lo mejor, pero en el fondo me cago en tu cara cuando metes la pata, cuando fallas. No ves que debemos ser infalibles.
Pero creo que este día viene a ser para nosotros que nos queremos tanto, como una especie de Navidad, donde nos olvidamos de todas las ofensas y nos damos el abrazo de paz y amor. Así que, para adelante no más, que nadie nos quite lo bailado coleguitas, que nadie pretenda, justo hoy, bailar marinera con zapatillas de atleta sobre nosotros. Untémonos de manteca de boa y que nos resbale el qué dirán.
Esta no es una chamba fácil, es tremendamente brava y complicada, porque cada día nos recibe con un menú diferente, cada que amanece tenemos sobre la mesa nuevos insumos, datos y detalles, esas madejas de todo color con las que tenemos que tejer y armar la información para que la ciudadanía este debida y responsablemente informada. Por lo tanto, hay que estar preparados, hay que aprender a cada instante, para que el mayor y mejor reconocimiento que puede tener o recibir los hombres y mujeres de prensa venga en dirección correcta, del público. Sí señores. No del poder, no de la autoridad de turno, eso está bueno para la vitrina y el ego legítimo de cada quien. Se saluda. Pero que eso no nos lleve erróneamente a creer que alcanzamos la gloria o las estrellas. Eso es fatal.
En lo personal, no voy a agasajos, ceremonias, reconocimientos y demás frivolidades que organizan, dizque en nuestro honor las autoridades o instituciones. Porque, salvo honrosas y contadísimas excepciones, nunca me cuadró en la cabeza esos gestos oportunistas y convenidos de aquellos que durante todo el resto del año, nos dan de portazos en la cara cuando vamos en busca de información. Los militares, son el mejor ejemplo de ello. Prefiero por eso, tomar una gaseosa piñita, aunque sea fiando en la bodega, entre compañeros, entre nosotros, con la nuestra y si no hay, chanchita pues. Ojo, que no es lo mismo decir, con los chanchos. Pero por encima de todo y todos disfruta de este día, tu día, renovando el compromiso de ser mejores y luchando por sacarle con honestidad brillo a tu nombre en el periodismo. ¡Enhorabuena!