A ver…, esto de protestar ante la casa de una autoridad no es de ahora, ah. Quizás por eso les resulte normal, tan normal como quemar llantas, lamentablemente. Por eso recordaré solo algunos episodios de estas acciones.
Protesta de maestros que llega a la casa de Robinson Rivadeneyra, entonces presidente regional de Loreto. Gritos, arengas, lemas e insultos. Por si fuera poco, huevos arrojados a paredes y ventanas. Eran las 6.30 de la mañana de un día laborable. Se entenderá que en esos instantes la familia desayunaba y los hijos estaban por salir al colegio.
La entonces autoridad, abrió su puerta y dijo “voy al Sutep”, la seguridad y el chofer prepararon la camioneta, pero Robinson sacó su moto y manejó hasta el local magisterial, y fue a increpar a los dirigentes que estaban ahí, que si tenían un asunto personal le digan y lo arreglaban ahí mismo. Los dirigentes, entre ellos el secretario general Cliver Sotelo, se disculpó y lo mismo hizo a través de los medios de comunicación.
Pobladores que llegan a la casa del gobernador regional Fernando Meléndez, ahí nomás a los meses de haber asumido el cargo. Igual, con gritos, arengas y unos ajos y cebolla a la hora del desayuno. La familia se asusta, los hijos más y la seguridad saca a la autoridad redoblando esfuerzos, quien va rumbo a su despacho en el Gorelor.
Urbanización Río Mar, la bulla y el tumulto despierta a los integrantes de la familia del alcalde de Belén Richard Vásquez, trabajadores reclaman el pago de sus haberes y otros beneficios. La protesta es transmitida en vivo por los noticieros radiales, luego más tarde las imágenes de la misma se difundían en la televisión local.
Y así, hay otros momentos vergonzosos como condenables. Atentados contra la tranquilidad y privacidad de las familias, que no tienen nada que ver con la buena, mala o pésima gestión de la autoridad elegida por la misma población.
Contra la vivienda del extinto alcalde Max Meléndez, a cuyo interior fueron a arrojar basura. Contra La también fallecida alcaldesa de Punchana Delicia Manzur, cuya casa por estar en una céntrica avenida del distrito era blanco permanente de protestas, al punto tal que el 24 de octubre del 98 la saquearon y prendieron fuego. Plantones y protestas ocurrieron contra el domicilio de Yván Vásquez, de Raúl Chuquipiondo, José Vela, Chávez Sibina, entre otros. Y hasta en las viviendas de directores regionales, sobre todo de Educación y Salud.
Ni a las actuales, ni a las del pasado, ni a las del futuro. No estaré nunca de acuerdo, no le encontraré justificación para cruzar la línea del personaje público, que es la autoridad, con la del ciudadano, consecuentemente su espacio familiar, que es privado.
De igual manera, estamos de acuerdo con la protesta porque es el derecho que tenemos las personas para mostrar nuestro descontento, malestar e indignación contra la injusticia, el abuso y la mala gestión de un gobernante. Sí señor, ese derecho además está contemplado en la Constitución Política del Perú. Pero eso no tiene por qué empujarnos a cometer excesos, a cruzar la finísima línea que por castigar al funcionario público se afecta a su familia.
Si protestamos contra el malo por qué debemos hacer cosas malas. Si protestamos contra los que pisotean nuestros derechos porqué entonces lo hacemos nosotros. Si ellos son de lo peor nosotros no. Si ellos se tiran al río nosotros no. Eso de, el que a hierro mata a hierro muere, se practicaba en los años primarios de la civilización o sociedad.
Finalmente digo, no les damos acaso pretexto para querer deslegitimar nuestras justas acciones. No pisamos fácil y hasta inocentemente el palito para ponerlos en plan de víctima a los que nos gobiernan.
El culpable de la no atención a las demandas del Sutep fue el presidente Rivadeneyra, de poner oído sordos a los trabajadores de Belén el alcalde Vásquez, el de no cumplirle a sus seguidores el gobernador Meléndez. Y el de las pistas en mal estado del centro de la ciudad, sin duda alguna la alcaldesa. Pero jamás tienen que cargar con esas culpas, responsabilidades y errores, sus familias.
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