El Perú es un país de contrastes y también contradictorio, en tal sentido a la región Loreto le salpica esas características, sobre todo la segunda. Decimos que somos recontra alegres y divertidos, pero nuestras festividades tradicionales pasan con más penas que glorias. Estamos rodeados de agua y por los grifos de nuestras casas cae a cuentagotas. Vivimos sobre un manto verde, con una biodiversidad incomparable, pero nos falta casi todo.
Tenemos los más altos índices de Desnutrición Infantil, Desnutrición Crónica Infantil y Anemia, pero seguimos desperdiciando o no incluyendo productos ricos en vitaminas y nutrientes.
La mayoría de loretanos no consumimos sangre de pollo. No está incluida en la lista de alimentos. No existe como tal. Por eso se beneficia a estas aves torciéndoles el pescuezo, no se les hace un tajo en el cuello para aprovechar la sangre, como en otros lugares del Perú.
Sin embargo el Minsa lo promueve en su lucha contra la DI, DCI y Anemia. La misma Diresa lo presenta como una posibilidad de combatir estas enfermedades, es más, en sus campañas y ferias gastronómicas se degustan. Pero no pega, no les cae a las madres y padres de familia.
¿Será el sabor, el olor, el color, la presentación? ¿Qué no les cae de la sangrecita a las familias loretanas? Porque no me van a salir con que es sangre, entonces no comeríamos chorizos y rellenos. ¿Entonces qué es?
Podemos argumentar que es algo cultural, tradicional, que cada pueblo tiene sus costumbres muy arraigadas y en la cocina eso se pone de manifiesto en cada una de las regiones. Pero yo refuto inmediatamente con que la exquisita y variada gastronomía peruana ha traspasado fronteras sin ningún problema y es la mejor demostración de lo que es la interculturalidad.
Lo concreto y real es que nuestros niños están pésimamente alimentados, vienen anémicos desde el vientre de su madre y año a año al ver las terribles estadísticas nos seguimos jalando los pelos buscando una salida a este problema que ha condenado, hasta a la muerte, a la infancia de esta parte del país.
En tanto, pasamos y repasamos por las avícolas viendo como tradicionalmente se sacrifica a los plumíferos rompiéndoles el cuello. La sangre de pollo junto a las vísceras, heces y plumas van a la basura o desagüe… Y los niños ¡ay! Paliduchos, escuálidos y enfermos. Si sobreviven les queda la herencia de esa mala alimentación a la primera edad, porque no crecen físicamente ni sus cerebros se desarrollan normalmente, por lo tanto no se les puede luego exigir rendir al cien por ciento en el colegio.
Tremendo reto para las autoridades entrantes, las que a partir del primero de enero del 2019, pueden emprender una agresiva campaña para que la sangrecita de pollo se incluya en la alimentación de los loretanos. Que se hagan ferias, campañas, degustaciones. Que en los comedores populares, clubes de madre, establecimientos de salud, esté presente en el menú diario.
Colegios profesionales como el de médicos, enfermeras y nutricionistas, así como la Cámara de Comercio Industria y Turismo de Loreto, la Asociación de Avicultores, etc., pueden y deben ser aliados estratégicos.
Hasta las avícolas saldrían ganando tiempo y dinero, beneficiando a los pollos como lo hacen en la costa. Esa técnica se puede aplicar inmediatamente con una mínima inversión, pero sería un enorme aporte para salvar la vida de cientos de niños en la región Loreto.
Escuchamos tanto y tanto hablar de la desnutrición y la anemia, que nos parece increíble que sigamos echando a la cloaca un gran alimento. Pasemos de los discursos y lamentos a la acción concreta.
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