Cuando el domingo 5 de octubre del año pasado, se conoció los resultados gracias a la boca de urna y al conteo rápido de las elecciones regionales y municipales, la ciudadanía, en su mayoría, celebró el triunfo contundente y “al por mayor” del Movimiento de Integración Regional (MIL). El mensaje de las urnas fue claro y directo. Queremos autoridades que trabajen unidas y en coordinación permanente para solucionar los problemas y, consecuentemente, busquen el desarrollo de nuestros distritos, provincias y región.
La ONPE y posteriormente el JNE confirmaron que Loreto decidió por el cambio, que deseábamos fervientemente algo diferente y por eso el panorama se pintó de naranja sobre todo en Iquitos, donde los distritos de Belén, Punchana y San Juan, más la provincia de Maynas y el gobierno regional, eran la mejor muestra de ese deseo de los electores.
Pero, siempre hay un pero que nos hace aterrizar en la dura realidad, toda ese efervescencia desbordante como un Sal de Andrews se adormeció rápidamente y el deseo se convirtió en un martirio regional. No se terminaron las celebraciones, los saludos y hasta los pavoneos propios de los ganadores, cuando los rumores de encontrones, pugnas y líos internos se hacían más fuertes y evidentes con los días y luego confirmados con los meses.
Hoy, ese sueño de autoridades unidas por un solo objetivo es una pesadilla, una tremenda cachetada para la ingenuidad de este pueblo. Todos los días estamos asistiendo a tristes y vergonzosos capítulos donde los actores de esta obra del montón son las propias autoridades, donde los papeles protagónicos, indudablemente y de lejos, los tienen en estricto orden alfabético, Adela Jiménez y Fernando Meléndez, secundados por Richard Vásquez, Euler Hernández y Francisco Sanjurjo. Estos últimos ensombrecidos, condicionados y usados a su conveniencia por los dos principales, vale decir el gobernador y la alcaldesa.
Y en ese afán de lucimiento y manipulación no se dan o no quieren darse cuenta que van desilusionando a los ciudadanos, porque lo que se anunciaba por todo lo alto en las marquesinas no se refleja en el escenario de lo real, porque hay una actuación poco seria y convincente de estas autoridades. O sea, no son ni chicha ni limonada en cuanto el trabajo conjunto.
Así como van, entonces, podemos decir que el futuro no promete nada bueno. Esta película viene siendo una burda copia de la estelarizada por las autoridades de las gestiones anteriores. No hay la cosa diferente. No existe trabajo en equipo, cada quien se manda por su lado porque sus intereses y apetitos políticos son superiores a los de la ciudadanía. Nos demuestran que ellos no están gobernando sino actuando para una campaña y eso es una tremenda falta de respeto a todos. Por lo tanto, no merecemos los loretanos que estando de sed nos quieran dar un jugo de naranjas amargas y chancadas.
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