De que en la campaña presidencial y para el Congreso de la República debemos demandar de los candidatos sus propuestas y planes de gobierno, creo que todos estamos de acuerdo, así a ellos no tanto les interese y vayan más por las frivolidades y demagogia. Escuchar qué pretenden hacer, pero también cómo, cuándo y con qué lo piensan hacer. Vale decir, cómo todo lo que sale de sus boca se va a concretar de ser elegidos. Todo eso es importante y fundamental.
Sin embargo creo que paralelamente debemos ser exigentes con sus antecedentes. Con el quiénes son, qué hicieron, de dónde vienen. En aspirantes a representarnos en cargos trascendentales y estratégicos para el país no vale eso de borrón y cuenta nueva. No se acepta echarle tierrita a las “cochinaditas” del pasado. Si hay alguna persona que cree que como candidatos son intocables e inalcanzables al ojo ciudadano, pues, que mejor se quede al otro lado de la puerta. Que no salga de su casa.
No puede ser posible que aquellos hombres y mujeres que ya están en campaña pretendan que todos vayamos detrás de sus caravanas agarrando sus banderitas. Y que le soltemos solo preguntitas convenidas con la suavidad de una franela. Un ciudadano candidato que se precie de ser integro, que se siente en capacidad de generar cambios para bien de los peruanos, debe comenzar abriendo la información sobre él y su entorno incluyendo el de su familia, -sin que eso signifique invasión a lo íntimo y privado-. Es solo para que una vez elegidos y en funciones no sigamos con el mismo bolero y que salten las perlas del escándalo, que nos sumergen en la frustración y decepción general.
Por eso decimos. Acaso los electores no estamos en el derecho de evaluar la hoja de vida, de preguntar de donde sale el dinero para una publicidad hemorrágica de los que se lanzaron ya a la piscina electoral.
Quien dice que está prohibido cuestionar, por ejemplo, al que se oferta a título personal como candidato(a) al Congreso con la intensión que algún partido lo jale.
Si ahora todos se presentan como los salvadores del mundo, como los que tienen la fórmula de cambiar la realidad, pues comencemos por cambiar esas prácticas y malas costumbres de las campañas electorales. Transparentarlas, sincerarlas y consecuentemente adecentarlas debe ser la mejor demostración que son diferentes, en palabras y hechos, de aquellos que ya nos gobernaron e incluso de varios de los que ahora están en gestión.
Aquí no valen los títulos, las fortunas, ni las familias de donde provienen. Si saltaron la cerca del anonimato para visibilizarse como candidatos, lo hicieron sabiendo que serán desnudados y fiscalizados, que estarán siempre cuestionados y observados. Por lo tanto si les incomoda que les respiremos en la nuca y seamos como piedras en sus zapatos, pues fácil, no hubieran dado el primer paso, porque el camino hacia el poder nunca será ni debe ser alfombrado. Ya es tiempo que a Palacio de Gobierno y al Legislativo lleguen los mejores entre los mejores ciudadanos. Y para eso solo hay una formula. Ser exigentes, implacables y minuciosos en la selección.
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