Estos dos términos están de moda y por lo tanto son muy usados en la farándula peruana. Se busca con esto identificar cuando un escándalo, ampay o romance es “verdura” o simplemente es más falso que promesa de candidato.
Y como, sin querer queriendo, ya estamos haciendo un mix entre lo farandulero y lo politiquero, pues vamos a ir descubriendo cuanto de chollywood hay en la política loretana y cuanto de nuestra política es digna de chollywood.
Tan solo basta ubicarnos en épocas de campaña electoral. Ahí asoman una jauría de personajillos que convierten el escenario político en un programa de espectáculo. Lo lamentable de todo resulta siendo que muchos de los llamados serios, terminan cayendo en este recurso porque al final lo que importa es querer ganar y para ello el ridículo justifica los medios.
Pero lo fatal de todo es que este ambiente frívolo, maquillado de falsedad, de poses y sobreactuaciones se dé también en las autoridades y sus respectivas gestiones. Para eso basta con ver como preparan y montan las ceremonias de inauguración o tan solo la visita a un lugar de estos gobernantes. Un poco más y les ponen alfombra roja. El esfuerzo corporativo, según las oficinas de imagen institucional, se reducen y concentran en una sola persona. La autoridad. Que es convertida en un superstar con el dinero de todos.
Muchos gestos, decisiones y “obras” de nuestras autoridades son recontra “Armani”. Mientras varias denuncias, por no decir la mayoría, contra el gobierno regional, municipalidad provincial y distritales, resultan siendo contundentes “Versace”.
Acaso no tenemos un alcalde metrosexual. Uno que parece el clon de Andy V por lo figuretti y chambón. Y otro que, a lo Yaipén, tiene una orquesta.
Acaso no hay una autoridad edil, que a lo Mónica Zevallos se muestra como suavecita, pero que lejos de las cámaras se vuelve una Reyna Pachas y suelta sapos y culebras, ojos y cebollas, cuando se refiere a una regidora que pretende serrucharle el piso.
Acaso no hay decenas de integrantes de la farándula iquiteña metidos de altos funcionarios y hasta de asesores. Que han convertido sus dependencias en verdaderas “horas locas”.
Acaso no hubo “ampays” de parejitas vinculadas familiarmente a nuestros “mandatarios” ya regional o locales.
Sí, tenemos una política chabacana, donde los escenarios comunes resultan siendo un circo o el set de esos programas de chismografías. Así como en el Consejo Regional, mismos programas de concurso, sus integrantes saltan de un color a otro, y hace rato han demostrado que hay jales y pases escandalosos.
Triste y, al mismo tiempo, risible realidad donde los periodistas ya nos movemos hace ratos en ese point. Entre hartas cosas armadas y cada vez más escasas verdades. Aquí hay Magalys, Chocas, Metiches, Shwartzs y Gigis. Pero eso sí, si esto sigue como tal, yo quisiera ser Peluchín.