Si te equivocas pide disculpas, sin temor alguno, sin
pensarlo dos veces, pero tampoco esperes que automáticamente acepten tu metida
de pata, así como así, pues las personas procesamos eso lentamente. Recuerda
que errar es humano y perdonar es divino.
Muchos creen que eso es debilidad, que es hacerse el
harakiri, sobre todo los políticos y consecuentemente las autoridades.
Disculparse, reconocer que han fallado, simplemente no está en su diccionario.
Eso no está permitido en estas personas porque se sienten infalibles. No es
parte de su naturaleza.
Desde siempre hemos visto una serie de equivocaciones en la
forma de gobernar y accionar dentro de la cosa pública. Mas ahora en estos
tiempos, eso está más que visible a plena luz meridiana. Pero pregunto. Alguna
autoridad o funcionario ha salido a pedir disculpas a la ciudadanía,
precisamente, por esos tremendos errores. No. Ni media palabra al respecto.
Es que los políticos y autoridades andan convencidos que sí
reconocen un desacierto sería catastrófico para su gestión. Sería ponerse la
soga al cuello. Sería pararse frente al pelotón de fusilamiento de sus
opositores y enemigos. Pero estamos convencido que es totalmente lo contrario.
Pues sus rivales siempre tendrán la mala leche hagan lo que hagan, se opondrán
a todo, por eso dicen llamarse oposición. Lo que les debe preocupar es lo que
piensa la ciudadanía en general. Pedir disculpas no te debilita, al contrario
te fortalece. No te achica, te hace grande.
Claro, en la inmadura, manoseada y embarrada política
nuestra, pensar de esta manera es una utopía, un pajazo mental. Pero es
responsabilidad de todos revertir esa vergonzosa realidad. Y tan solo una
palabra, sí pronunciar una, puede ser uno de los primeros peldaños al cambio
para bien: discúlpenme.
Ahora bien, eso no solo tiene que ser de la boca para afuera,
por pura conveniencia e interés mezquino de lo político partidario. No. Pedir
disculpas tiene que salir del corazón, del alma y de la mente. Porque tiene que
ser un gesto sentido, noble y pensado. Sino no sirve, sino no tiene ningún
valor. Sería simplemente una sopa mazacote de letras a lo ‘Ajinomen’.
El pedir disculpas en la boca de una autoridad debe ser un
compromiso de “no lo vuelvo hacer”. De corregir, de remover, de expectorar lo
que ha fallado en su gestión, para que no se vuelva a repetir lo negativo. Pedir
disculpas, por lo tanto es palabra de honor empeñada ante la ciudadanía.
Pero ojo, los ladrones, los corruptos, esos pillos Vip, solo
merecen la cárcel. El que traiciona al pueblo en esos niveles solo deben mirar
el sol a cuadritos por muchos años. Porque recuerden que Dios perdona el
pecado, mas no el escándalo. Una cosa es errar y otra robar.
Que un gobernante pida disculpas o perdón al pueblo, tras
todo lo expuesto, debe ser el camino que se va haciendo al andar, debe ser el
reflector prendido para transparentar las gestiones. No tengan miedo de
reconocer sus errores porque de ellos se aprende. No crean que la ciudadanía
los lapidará ante un gesto de esta naturaleza. Al contrario, la
autosuficiencia, la altanería, el que se crean los poderosos que nunca se
equivocan o, lo que es peor, que se pasen sus años de gobierno construyendo un
castillo de mentiras, eso sí que no merecerá nada. Solo el desprecio. Y un
político despreciado es peor que un alma en pena. Que no encuentra paz ni
después de muerto.
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