Los iquiteños estamos saliendo de dos días
de intenso y sofocante calor. La temperatura alcanzó los 36 grados bajo sombra
y con una sensación térmica hasta de 40°C, según información de Senamhi,
tuvimos un efecto climático llamado “veranillo” que para nuestro gusto
tranquilamente puede ser “infiernillo”. Porque no me dejaran mentir que el
miércoles y jueves las calles de esta ciudad nuestra era una plancha freidora.
Sin exageración alguna.
Las redes sociales fueron la mejor fuente de
información para enterarnos de que es lo que sentía la población durante estas
calenturientas 48 horas que vivimos o, si quieren, padecimos. “Dios mío, esto
es un infierno”, “Ay, no soporto este calor”, “Unas chelas, urgente”,
“piscinazo, yaa”. Se podía leer en el Facebook, twitter, principalmente.
Pero, vale preguntarse por qué estamos
soportando estas, cada vez más, altas temperaturas. Porque si bien es cierto
estamos en una zona tropical y estamos acostumbrados a pasarnos los años en
medio del calor y bajo un sol imponente, también es cierto que el termómetro cada
vez nos marca por encima de lo normal. Es tan implacable todo, que los rayos
solares ya no están para el bronceo, para poner a punto de canela la piel de
las personas. Para nada. Ahora, en estos tiempos, el astro rey nos fríe, nos
asa, nos hace daño.
Somos la capital de la amazonia peruana.
Ese es el título al que pretendemos de tanto en tanto sacarle brillo. Pero es contradictorio
cuando vivimos en medio de esta maravilla natural en una ciudad que solo
ha aprendido a rendirle culto al fierro
y cemento como sinónimo de modernidad y progreso.
Y aquí estamos, en medio de una verdadera
caldera, que se agrava porque no tenemos áreas verdes, estamos rodeados de bosques,
pero en Iquitos ciudad nos castiga una especie de calvicie cuando bien
pudiéramos disfrutar de un “África look” impresionante que nos regalaría
sombra, oxígeno y placer de vivir en el pulmón del mundo.
Dos días de calor que nos pone al nivel de
la caldera del diablo, pero que no será el último, lamentablemente en esta
ciudad, porque ya verán que seguiremos viendo cómo se cortan ramas, se talan y
se traen abajo árboles ante la vista y paciencia de todos. Seguiremos siendo
cómplices de estas autoridades que en vez de sacar cara por las personas, por
los habitantes de este terruño, se ponen indignantemente del lado de las
empresas que nos han atrapado en una verdadera telaraña de todo tipo de cables.
Al diablo la frescura y la buena vida. Solo tenemos calles pintadas con el gris
de la tristeza y el color de las cenizas del infierno.
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